Manuelita no vivia en Pehuajò

Les cuento la verdadera historia de Manuelita la tortuga. El personaje estaba inspirado a una mujer que vivìa cerca de Corrientes. Si desean mas informaciones sobre los mejores personajes de historieta de nuestra infancia, la encuentran en ESTE ENLACE

Manuelita, la tortuga, realmente no vivía en Pehuajó y tampoco era una tortuga. Vivía en un conventillo, cerca de corrientes y era una prostituta, de esas que seducen con los ojos tristes, de esas que los hombres las ven pasar y sus tripas se retuercen, era una mujer que hablaba con la mirada y su habla era un llanto. Manuelita nunca supo donde iba, ni lo quiso saber, Manuelita se dejaba llevar por su interior, se iba con el viento a donde este la dejara.

Se mudo mil y una vez, cambio de casas como de bombacha, cambio sus looks, cambio sus clientes, pero hay algo que Manuelita no pudo cambiar nunca, los ojos tristes, hasta que lo conoció.

Sus amigos lo llamaban Tortugo, porque cuando era chico en Córdoba  andando en cayac por una lagunita, se cayo y se le dio vuelta el cayac que lo cubrió como si fuera un caparazón  pero en realidad el se llamaba Claudio, vivía en la calle Gurruchaga, laburaba en la 9 de julio.
Y un día Manuelita como de costumbre parada en una esquina, vio pasar a Tortugo, y el la vio a ella.

Manuelita para su adentro pensó: ¿Que hacen estos ojos tristes buscando alegría? y Tortugo le respondió: ‘Que ganas me das de comer una pizza sentado a tu lado, solo quiero una pizza, lo juro por Dios, el viernes a las 22:00 te espero en las Cuartetas, por favor deme el gusto señorita». Ese día a Manuelita, sorprendida por ser tratada amablemente por un hombre, le cambiaron los ojos, la mirada se tornó turbia.

El jueves Manuelita se compro ropa con los pocos ahorros que tenia, cambió toda su fachada, parecía una vulgar ama de casa, con camisa de marca y unos grandes tacones. Manuelita no era la misma. Practico durante días hablar correctamente y sin insultos, repaso lectura, se transformo por Tortugo, con la esperanza de ser vista como la mujer hecha y derecha que ella era.

Por fin llego el día  era Viernes, y Manuelita esperó sentada en una mesita hasta que lo vió llegar. Tortugo ni bien la vio, fue hasta su mesa y sin sentarse le dijo: ‘No sos la misma mujer que conocí el Martes, ¿que te pasó?’ y Manuelita sin saber que responder se fue a su casa llorando. Lloró días enteros y varias noches también. Luego volvió a su vida, a la que no quería volver y en la misma esquina, otro Martes, lo vio de vuelta, y Tortugo sin siquiera conocer su nombre tomó su mano, le susurró algo al oído y le dio un beso.
Los pibes del barrio dicen que Manuelita es la misma de siempre pero sin sus característicos ojos tristes, que gracias a Tortugo su mirada canta.

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