A 39 años del asesinato de un grande: John Lennon

La fructífera vida de John Winston Lennon, uno de los fundadores de The Beatles (el mejor grupo musical de la historia según muchos críticos) y uno de los músicos más influyentes de todos los tiempos, se apagó para siempre el 8 de diciembre de 1980. Ese día, en una de las fechas más tristes de todo el siglo XX, un desequilibrado le descerrajó cuatro balazos en la entrada del edificio Dakota de Nueva York, donde el ex beatle vivía con su mujer Yoko Ono y su pequeño hijo Sean.

La jornada de Lennon, ese día, había comenzado muy temprano. En la mañana había recibido a la fotógrafa Annie Leibovitz para realizar una sesión de fotos para la revista Rolling Stone y después le concedió una entrevista (la última que haría en su vida) al DJ Dave Sholin para su programa musical en la radio RKO Radio Network de San Francisco. Luego, en compañía de su esposa, Lennon abandonó su departamento del edificio Dakota para dirigirse a los Record Plant Studio a ultimar los detalles de la grabación de unos temas. Cuando la pareja caminaba hacia la limusina, los rodearon varios fans que buscaban autógrafos. Entre ellos se encontraba Mark David Chapman, un ex empleado de hospital de 25 años que supuestamente estaba obsesionado con la música del ex beatle. Chapman le entregó una copia del disco “Double fantasy” para que Lennon lo firmara. Tras hacerlo, Lennon le preguntó: “¿Es todo lo que quieres?”, a lo que Chapman dijo que sí.

Lennon y su asesino

Después de pasar varias horas en el estudio, Lennon manifestó su intención de regresar a su casa. Se negó a comer en un restaurante para poder estar en casa a tiempo para dar las buenas noches a su hijo Sean, de cinco años, antes de que éste se fuese a dormir. Cuando la limusina regresó al edificio Dakota, el portero José Sanjenís Perdomo y un conductor de un taxi vieron a Mark Chapman parado en la sombra del arco de la entrada, pero pensaron que sólo estaba esperando a Lennon para pedirle otro autógrafo. Cuandon Lennon se bajó del auto y comenzó a caminar en dirección a la recepción, Chapman esgrimió un revólver calibre 38 y le descerrajó cinco balas de punta hueca. El primer tiró pasó por la cabeza del músico impactando en una ventana, pero otros dos alcanzaron su espalda y dos más penetraron su hombro izquierdo. Lennon alcanzó a dar unos cinco pasos antes de caer desplomado y decir: “Me han disparado”. El conserje Jay Hastings de inmediato cubrió a Lennon con su uniforme y le quitó las gafas. Luego llamó a la policía.

Mientras el portero le quitaba la pistola a Chapman, quien extrañamente se quitó el abrigo y el sombrero y se sentó en la cuneta para supuestamente esperar a la policía, Perdomo le gritó. “¿Te das cuenta lo que has hecho?”, a lo que Chapman respondió muy sereno: “Sí, le acabo de disparar a John Lennon”. Los primeros dos policías que llegaron al lugar lo encontraron sentado, con el libro “The catcher in the rye”, de J.D. Salinger, entre sus manos. Chapman, un tipo extraño que había intentado suicidarse en 1977 en Hawaii, explicaría posteriormente que tuvo la necesidad de matar a John Lennon después de escuchar el disco de los Beatles “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band”. De hecho comentaría que “en aquel momento lo percibí y lo juzgué como un hipócrita. Era un tipo que hablaba del amor y de la paz y vivía como un millonario”.

El segundo equipo de oficiales que llegó al lugar de los hechos cargó a Lennon en su coche patrullas y lo llevaron al Hospital Roosevelt. Cuando llegó al recinto no tenía pulso y los médicos intentaron reanimarlo durante 20 minutos, pero todo fue inútil. El ex beatle estaba muerto. Las cuatro balas de punta hueca disparadas por Chapman (que se expanden al momento del impacto para causar mucho más daño), además de dañar varios órganos internos, le habían llevado a perder más del 80 por ciento del volumen sanguíneo de su cuerpo. Yoko Ono, al recibir la noticia, sólo exclamó “Ay, no, no, no…díganme que no es verdad”, quedando posteriormente en estado de shock.

Lennon fue incinerado el 10 de diciembre en un cementerio de Nueva York, y las cenizas fueron entregadas a su viuda, quien prefirió no realizar ningún funeral. Cuatro días después millones de personas alrededor del mundo respondieron a la solicitud de Yoko Ono de mantener diez minutos de silencio en honor al fallecido músico. 30 mil personas se reunieron en Liverpool, su ciudad natal, y el grupo más grande —alrededor de 225 mil personas— se congregaron en el Central Park de Nueva York, cerca del lugar de los disparos. La muerte de Lennon, por cierto, causó otras: al menos dos de sus fanáticos se suicidaron tras su asesinato, lo que llevó a Yoko Ono a hacer un llamado público a los dolientes para que no cayeran en el desconsuelo.

Mark David Chapman, en tanto, se declaró culpable del asesinato de Lennon en junio de 1981, yendo en contra de los consejos de sus abogados, quienes deseaban alegar demencia. Recibió una sentencia de cadena perpetua, pero bajo los términos de su declaración de culpabilidad se convirtió en candidato para la libertad condicional en el año 2000, después de haber cumplido 20 años en prisión, aunque hasta la fecha se le ha negado la libertad condicional en reiteradas oportunidades, por lo que sigue encarcelado en la prisión estatal de Attica. En el año 2010, cuando le solicitó a la junta de libertad condicional su liberación, confesó que “siento que ahora, a los 53 años, tengo una mayor comprensión de lo que es una vida humana, he cambiado mucho. Estoy avergonzado. Ese es mi primer pensamiento. Lamento lo que hice”.

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