Curiosa historia de los nombres de las galletitas

La fabricación de galletitas para consumo masivo arrancó en 1875 de la mano de Bagley, cuando por una resolución del ministerio de Economía, durante la presidencia de Nicolás Avellaneda, se eximió a la compañía del pago de impuestos aduaneros para que pudiera importar las maquinarias necesarias para elaborar ese alimento.

Hasta ese momento, las galletitas que se atesoraban en las alacenas de los argentinos llegaban del otro lado del Atlántico, más precisamente del Reino Unido.

– Lanzada en 1875, Lola, la primera galletita de esta compañía en salir a la venta, tuvo una gran aceptación por parte del público, incluso en los sanatorios las incluían en sus dietas para pacientes internados. No tenía agregados artificiales.

Se cuenta que una persona que visitaba a un familiar en un hospital vio a un enfermero llevar una camilla hacia la morgue con un paciente recientemente fallecido y entonces le dijo a alguien que lo acompañaba: «Este no quiere más Lola». Fue así que la expresión se metió en la cultura popular argentina para describir a alguien que se da por vencido.

– Las obleas rellenas fueron lanzadas en 1905 pero, recién tres años después ante la inauguración del Teatro Colón de Buenos Aires, comenzaron a llamarse Opera. Hoy, es una de las marcas emblemáticas de Bagley. Casi un siglo después, se amplió su portfolio: salieron al mercado las Ópera Pop y Cool y las Ópera Triple, que viene con tres capas de relleno; y las Black.

– Las Criollitas fueron lanzadas en 1943 y rápidamente se convirtió en un éxito. Se presentaron como livianas, crocantes y sabrosas. Ese mismo año, Bagley había comenzado a utilizar la tecnología paquete, un envase más práctico e higiénico, desconocido hasta entonces. Hasta entonces, las galletitas se vendían sueltas al consumidor y a granel en lata a los comerciantes.

Con el paso de los años, esta marca se convirtió en un verdadero genérico que identifica a las crackers, un logro que muy pocas marcas han alcanzado en categorías como las hojas de afeitar, los calmantes para los dolores de cabeza o los bolígrafos.

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